diciembre 17, 2015


El Valor de la Imagen                                                Pág. 12

La Era Atómica, una de cuyas expresiones mas notables fue la desintegración del átomo y la liberación de su formidable energía, dio su tinte a la mas variada gama de actividades humanas de las últimas décadas.

Hoy asistimos al surgimiento y expansión de otra época, donde la atención dominante sobre el Universo Físico deja paso al llamado Mundo de los Bits. Me estoy refiriendo a la Unidad de Información del Sistema Binario que da base a la denominada Inteligencia Artificial.

Este desarrollo está íntimamente ligado a la valorización de la imagen como factor formativo en cada individuo de la concepción de lo real.

El concepto de realidad resulta así totalmente expandido y modificado con respecto a su interpretación tradicional, incorporando el concepto de lo virtual como componente cierto de toda percepción, con influencia sobre otras funciones sensoriales y psíquicas.

En cuanto a sus manifestaciones tecnológicas, es obvio que hoy disponemos de un caudal extraordinario de información de todo tipo entre los puntos mas distantes del Planeta, percibidas a través de las imágenes de millones de pequeñas pantallas de televisión y computadoras domésticas.

Como aparente contrapartida de esta excepcional posibilidad, que debe ciertamente ser aprovechada en toda su potencialidad, está comprobado que el exceso de información visual, como todo exceso, puede producir mayor en el receptor, contrariamente a lo buscado.

Muchas prácticas espirituales, realizadas esforzadamente durante siglos, como ciertos tipos de Meditación y ejercicios de retrospección, fueron destinados a la creación de imágenes mentales con la intención de purificar y transformar nuestra visión de las cosas y de nosotros mismos, sin excluir a la de la propia Divinidad.
Paralelamente, todos los Caminos Ascético-místicos dieron normas concretas acerca del uso controlado de la función visual.

Es indudable que siempre ha habido individuos mejor dotados para una visión objetiva de la realidad externa e interna, así como naturalmente inclinados a prácticas constantes para alcanzar un grado aceptable de dependencia de su subjetividad.
Pero para la mayoría todo parece seguir siendo según el color del cristal con que se mira, como reza el antiguo proverbio.
Orgánicamente, nuestro ojo derecho no percibe tonalidades similares que el izquierdo. Pero, que hay de la distorsión de imágenes que se opera en nuestro cerebro? Cuántos y cuales factores influyen en su configuración e interpretación?
Además, quienes nos decimos comprometidos con un trabajo para la continua expansión del estado de conciencia, ante ese aluvión de imágenes recibidas de afuera hacia adentro: qué vías interiores de creación de nuevas somos capaces de descubrir y liberar? Y qué nuevas formas de proyección con y hacia los demás?

La práctica de una ascética de desenvolvimiento, hace que progresivamente ese cristal –volviendo al símil del viejo adagio- no solo se vaya haciendo cada vez mas límpido y transparente, sino despojándose de toda tonalidad. (En este sentido, el mejor cristal sería aquel con el que tropezamos por no notar su presencia).
También nos capacita sobre las imágenes a priorizar y seleccionar; qué es beneficioso ver y dejar de ver, cuándo es necesario abrir bien los ojos y cuándo es conveniente cerrarlos.

Esto nos conduce a considerar que es por lo menos poco probable obtener una imagen de mayor pureza si no es sometida aunque sea por un instante al mayor silencio.
Sin esta suerte de síntesis integradora que solo puede tener lugar dentro del silencio, nos sería imposible atisbar la relación Substancial existente entre aspectos ciertamente disímiles de la manifestación.

No solo es importante lo que se mira; también cómo se mira y desde dónde se mira.

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Original de 1994

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